13 de octubre de 2008

La disciplina mental

(Esto se me ocurrió en agosto)

Esa noche nos juntamos en el "depto" a compartir unos tragos y conversar.Uff, conversamos bastante mientras en el televisor se sucedían las imágenes de las competencias olímpicas.

Le hicimos barra a "chiquitito", un esforzado corredor belga. Comimos y seguimos "conversando", hasta que llegó la final del tenis, cuando se enfrentaron Fernando González y Rafael Nadal. Fuimos testigos de una extraordinaria muestra de talento, impresionante.

La medalla de oro estaba cerca, pero nuestras espectativas chocaron con un contrincante talentoso. Sería difícil que Gonzalez lograra el premio mayor. 

Punto a punto los jugadores fueron apostando sus fichas, con formidables golpes. Cabeceando, uno a uno fueron cayendo dormidos los invitados. Aquí pocos vieron la extraordinaria transformación que sufrieron los jugadores, comparable a los duelos de los personajes de Dragon Ball.

Cada vez más violento el juego, subía la temperatura del partido. Los rostros de los jugadores mostraban furia. Apretaban los dientes al enviar la pelota al otro lado de la malla. Carcuro, con voz cansada, relataba el encuentro sin ponerse a la altura de las circunstancias.

Se acercó el triunfo del "Feña", estuvo muy cerca. Pero no contó con la actitud de Nadal, que crecía y crecía. El estadio, al comienzo mudo, se entusiasmó con el excelente juego que veían. Pronto los gritos fueron de asombro. "Ohh!", exclamaban ante los golpes más y más fuertes. Parecían super saijayines, mostrando energía ocultas a cada momento.

Si, fue espectacular. Fueron más allá. Gonzalez más y más inspirado, le daba duro a la raqueta, pero chocaba una y otra vez con la convicción de Nadal.

En un momento mostraron el rostro del Español. Se veía ensimismado, mirando fíjamente al Chileno. Crecía y crecía, en trance. No aflojó.

El punto final, cuando ya estaba perdida la medalla de oro, no fue excusa para Fernando Gonzalez. No cejó, no falló. En ese punto final, cada golpe era ovacionado por el público. Mientras casi todos dormían en el "depto", fui testigo de un duelo de voluntades férreas. Finalmente, no ganó el más talentoso, porque el nivel era similar. Ganó quien demostró una fortaleza interior a prueba de fuego. Un ejemplo a seguir.

8 de octubre de 2008

El ciclo se repite

(Esto se me ocurrió en julio de 2008 )

El movimiento scout es eso, una organización en constante cambio. Sobre ese punto comenté a varios cercanos una historia que en su último capítulo tomó sentido. Una historia que comenzó en 1996:

Cuando entré al movimiento scout, como integrante de la patrulla Lobos, el aprendizaje de cómo comportarme fue rápido y chocante. Entonces varias tradiciones dictaban que era bueno disciplinar con una patada en el trasero, entre otras cosas. también existían privilegios para quienes llevaran un cargo de liderazgo, o para los más antiguos.


Colores

Cuando asistí a la primera formación en "colores", en una calurosa mañana de domingo, me correspondió estar junto al sub guía, Victor Guerrero. Conversamos largamente sobre el grupo, explicandome él amablemente cómo funciona la tropa, los dirigentes. También repasamos los gritos de patrulla y de tropa.

Pero algo olvidó. Llegó el momento del saludo scout, gesto que no tuve problemas en hacer, cuando un manotazo del Victor me indicó que no tenía derecho a realizarlo. "Es para los que tienen promesa", dijo. Algo parecido a "ok" respondí, y bajé la mano.

Dos años después, con algunos campamentos y salidas en el cuerpo, accedí a la invitación de Miguel Aravena, y pasé a ocupar el cargo de Sub guía, en la patrulla Coyote (sólo estuve dos horas en la Lobos). Un día, nuevos scouts llegaron al grupo, uno de ellos, Hernán Soto, se ubicó junto a mi, en la formación. Poco antes de cantar el himno, tal como Victor lo había hecho, le expliqué el rito de "colores", los himnos, el hizamiento de la bandera y los gritos de la tropa.

Olvidé un detalle, que remedié rápidamente con un manotazo al Hernán. Le expliqué que sólo los scouts con promesa podían mostrar el saludo scout. Él, sin inmutarse, me hizo caso y con el tiempo creció y pasó a ser guía de la patrulla Halcón.

El ciclo se repetía, reproduciendose con eficiencia. Con los años, luego de hermosas viencias en la ruta, pasé a ser dirigente, invitado por el equipo de Manada (a cargo de los niños menores de 11 años). El desafío era gigantesco, especialmente por mi aversión a tratar con "cabros chicos". Tan grande como las historias que podría contar sobre ese duro aprendizaje.

Ya inserto en el consejo, formé parte de un valioso equipo de dirigentes, mayoritariamente de mi generación. Compartimos y competimos en las unidades por varios años. Esta vez nos tocó tener al grupo a cargo. Entre 20 y 30 personas, lideramos cambios y mejoras en varios aspectos, profundizamos el respeto a las personas y crecimos junto a los niños que sábado a sábado asistían a actividades.

IMG_0385.JPG

Hasta que el ciclo volvió a repetirse. Ya como responsable de grupo, formado como dirigente, observo detalles en las distintas unidades. Casi siempre veo cómo conversan y se ríen mientras uno discursea, lo más normal del mundo.

Pero un día algo especial ocurrió, observando a la patrulla Coyote, vi cómo el sub guía le explicaba algunas cosas a un nuevo scout, recién llegado. No escuchaba lo que Esteban Soto le decía a su compañero, aunque entendía gracias a los gestos. Llegó el momento de cantar el himno y el nuevo scout torpemente levantó la mano, sin saber cómo realizar el saludo scout. El Esteban, hermano de Hernán, a quien recibí 10 años atras, se percató de la situación y le mostró como hacer la señal scout, alentandolo a que ubicara bien la mano. El fugaz momento duró apenas unos segundos.

Sabía perfectamente que muchas cosas habían cambiado en el movimiento y en el grupo. Ya no existen las patadas y los abusos de poder, tan comunes en la casa, en el colegio y en la sociedad, para quienes fuimos niños en los 80 y 90. Fui parte de la mayoría que votó esos cambios y enseñó a los beneficiarios que ya no más. Y aún quedan mucho camino por recorrer.

Pero me sorprendió ese gesto, tan significativo, que me mostró la dimensión del movimiento scout en permanente cambio, un cambio que provocó la repetición del mismo ciclo, esta vez, un peldaño más arriba.

Actualización 2011: Nuestra aceitada máquina sigue trabajando y autoreplicándose. Y gracias a eso, por fin logré retratar el gesto técnico mencionado en esta entrada, Matías Blake brinda una bienvenida al movimiento Scout.