14 de mayo de 2009

Cuando la máquina nos quiere pillar

A continuación les presento dos historias para no quedarnos en el pasado. Dos historias que ejemplifican la realidad del permanente cambio, la permanente innovación: La primera, en el año 1981.

El verano avanza somnoliento y caluroso mientras Cruz del Sur desarrolla su vida de campamento scout en medio del bosque. Es vilches y el paisaje no tiene rejas. El camino está sin pavimentar y hay que caminar varios kilómetros para encontrar una casa.
Los scouts se preparan para el almuerzo. Mientras la mayoría juega, los cocineros alistan ollas, aliños, recetas y lo más importante... el fuego.
Desde lejos se ven las columnas de humo, que suben retorciendose entre los árboles. No existen las cocinillas y las carpas no brillan con el sol. Porque son de lona.

Ahora es el verano de 1997. La montaña se ve imponente desde el campamento. Un bosque de pinos aloja al grupo en Armerillo. El río corre gélido mientras los niños juegan en la arena de la orilla.
Aún son mayoría las carpas de lona, aunque se ven algunas modernos modelos "iglú" por aquí y por allá. Comunicarse por teléfono todavía es imposible porque la señal del incipiente celular aún no llega a la montaña.
Ha llegado la hora del almuerzo y los cocineros (y cocineras) corren a preparar los alimentos. La diferencia es que ahora tienen cocinillas a gas. El fuego y la leña son del pasado.

Entre la primera y la segunda historia se notan las diferencias. Hace 30 años los scouts del grupo (y muchos otros), salían a campamento sin los avances tecnológicos que ahora tenemos. Al salir de la ciudad, durante dos semanas nadie sabía del grupo. Nada de celulares para llamar todos los días a la casa, ni carpas iglú de materiales livianos. En cambio, los clásicos modelos canadienses daban dolores de cabeza a la hora de tensar los vientos y dolores de espalda cuando tenían que trasladar las pesadas carpas.

Por supuesto que muchas cosas eran mejores que en la actualidad. En el pasado las rejas no eran parte del paisaje y era más facil encontrar un lugar para instalarse.

En este proceso, todos esos cambios y actualizaciones en su momento requirieron un esfuerzo por parte de los dirigentes y apoderados, para adaptarse a la nueva realidad. Llegaron las cocinillas, las carpas iglú, los celulares y muchas nuevas cosas. Los cambios se produjeron y se asumieron como costumbres normales.

Pero ahora, al parecer la máquina nos quiere pillar, porque llevamos varios años haciendo prácticamente lo mismo. La misma forma de hacer pan, las mismas construcciones, las mismas cocinillas y lámparas, entre otros detalles. ¿Es bueno seguir así? Puede que sea bueno, aunque... ¿Existen mejores alternativas?

Creo que si, y ya he escuchado comentarios y he comentado sobre lo que puede mejorarse y lo que debe eliminarse. El campamento recién pasado nos dejó interrogantes interesantes: ¿Cómo iluminar de noche? ¿De qué forma se trata mejor la basura? ¿Es bueno seguir construyendo con madera (muerta, ramas caidas) del lugar?.

Y esas interrogantes nos transportan al futuro, pensando en la energía solar para iluminarse y cocinar, en construcciones prefabricadas en la ciudad, con los niños, que nos permitan almacenar agua, organizar materiales, cocinar, bañarse. Este futuro nos ofrece nuevas formas de explotar la creatividad y energía de los integrantes del grupo. Si no lo aprovechamos, la máquina nos va a pillar.

Nota: ¿Saben que nombres le pusieron a los campamentos de 1981 y 1997?